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COVID Y TURISMO: OPORTUNIDAD PARA UN SALTO DE CALIDAD

El reto de la calidad y las playas

Las exigencias del COVID en cuanto a requisitos de limpieza y distanciamiento suponen un verdadero reto inmediato para las autoridades y gestores públicos de un espacio natural como las playas. El terrible enemigo de la salud y de la economía para nuestro país obliga a los responsables a diseñar nuevas propuestas de gestión, organización y uso de este espacio estrella de la franja litoral. Urge dar respuesta a la demanda ciudadana y empresarial que expectante aguarda.

Motivado por esto han surgido interesantes iniciativas entre las que destaca la del municipio de Fuengirola que aplicará inteligencia artificial para controlar el aforo de playas: este modelo basa en la tecnología la potencia de la solución propuesta. Organizada la superficie de la arena en cuadrículas virtuales con un aforo limitado, serán monitoreadas en tiempo real a través de sensores distribuidos por elementos como las farolas del paseo. Los usuarios y las autoridades dispondrán del porcentaje de ocupación y alerta mediante un sencillo código de colores rojo, amarillo y verde. Lo bueno de esta propuesta es que permite una gestión anticipada a la saturación del espacio de modo que se pueda redirigir a los bañistas bien informándolos a través de la app o bien a través de vigilantes de la playa que acudan a las cuadrículas saturadas o que controlen los accesos.

Otras propuestas más convencionales como es la iniciativa granadina optan por modelos de balizamiento que permitan tener referencias visuales: partiendo de una segmentación de la superficie de la arena, propone colocar elementos que ayuden al bañista a referenciarse y, a su vez, delimiten carriles de acceso a la orilla.

Desconozco si ya hay algo en marcha, pero incluso se podría pensar en la viabilidad de alternativas de colaboración ciudadana como el modelo de la aplicación infomedusa, en la además de proporcionar contenido estático de valor (en este caso se podría pensar en buenas prácticas frente el COVID) permitiría incorporar datos de saturación aportados por los bañistas en tiempo real.

Desde una perspectiva de usuario y consultor al mismo tiempo, siempre me llamó la atención que tradicionalmente la saturación o el grado de ocupación no se hallara entre los indicadores de la calidad Q de las playas. Se establecían requisitos y umbrales para accesos, servicios, socorrismo, agua, balizamiento, etc. pero se desconocía el volumen de afluencia. Probablemente todo era debido a la imposibilidad de limitar el acceso al espacio de uso público. Pero lo cierto es que si a cualquiera de nosotros le hubieran pedido valorar la calidad de una playa seguro que hubiera puesto en primeras posiciones el hecho de disponer de un mínimo espacio suficiente entre mi toalla y la del vecino.

La introducción de nuevos enfoques a la oferta turística junto a la aplicación de las nuevas tecnologías supone sin duda una oportunidad de introducir parámetros de calidad que jamás hubiéramos imaginado: la sectorización de playas incluso da opciones de discriminación positiva para usuarios vulnerables con facilidades de acceso y proximidad a la orilla, o por qué no considerar franjas con diferente rotación (que harían desaparecer de los telediarios esas imágenes de playistas madrugadores colocando sombrilla y toalla a 8 de la mañana) a modo de “aparcamiento regulado” para la zona más demandada y próxima al agua. En movilidad urbana es conocido que los flujos no se distribuyen de manera homogénea por toda la ciudad. La densidad no es la misma en una barriada de bloques de pisos que en una urbanización de unifamiliares y adosados. Y la atracción que generan determinados polos condiciona nuestro comportamiento: por eso cuando nos liberan del confinamiento permitiéndonos pasear en el radio de un kilómetro no decidimos repartirnos por todas las calles, sino que tendemos a concentrarnos en una zona o zonas determinadas, como ha ocurrido en todos los paseos marítimos de las ciudades costeras. Por eso en las playas anchas los bañistas se agolpan en zonas próximas a la orilla y no en el interior, donde la arena quema las plantas de los pies. Aumentar la rotación en esas áreas (como bien saben los gerentes de restaurantes) puede ser la clave del éxito.

Desarrollos innovadores en línea con el sistema inteligente del control del distanciamiento social propuesto en Fuengirola podrían ser útiles al servicio de los socorristas de la playa. Considerando extender la zona monitoreada al agua del mar, para ayudar en la detección, alerta y auxilio de ahogamientos.

La “nueva normalidad” conllevará cambios, inicialmente transitorios, que obligan ya a las empresas a poner todo su potencial para competir en el mercado. Pasará el tiempo y olvidaremos muchas de las buenas prácticas que vamos interiorizando, pero sin duda el esfuerzo innovador de muchos emprendedores servirá de palanca de crecimiento. Algunos de los logros se quedarán para siempre, y quizás ayuden a reforzar un liderazgo turístico para el pocas naciones están mejor preparadas.

Somos un país de servicios, siempre se ha dicho: 72,9% del PIB en 2018 según difunde Invest in Spain en su ficha país, y Turismo y comercio aportan cerca del 30%. La cancelación de la Semana Santa 2020 se estima generó pérdidas del 15% de las ventas anuales del turismo, que aplicando proporciones en relación con su aporte a la economía conllevaría un mordisco aproximado al PIB del 2,25%. Tenemos una parte importante de nuestra economía confinada que ya comienza a ponerse en funcionamiento. Es momento de recordar a Clyton Christensen cuando declaraba que la pasada crisis financiera tendría un efecto absolutamente positivo sobre la innovación: ya que obligará a los innovadores a no malgastar el dinero ya centrarse en las necesidades reales del mercado.